¿Adiós a Zoom y a Meet?

A finales del año pasado, Bill Gates lo anunciaba en su blog personal: “En de los próximos dos o tres años, la mayoría de las reuniones virtuales pasarán de las cuadrículas de imágenes con cámaras 2D (…) al metaverso, un espacio 3D con avatares digitales”. Su convencimiento coincide con el de la mayoría de los expertos, que creen que las reuniones de trabajo a las que nos acostumbramos durante la pandemia —a través de Zoom, Meet u otras aplicaciones— pasarán a mejor vida en cuanto se amplíe el uso de los cascos de realidad virtual. Parece que esa será la tendencia: según el último pronóstico del portal de investigación tecnológica Counterpoint Global XR (VR/AR), las ventas de gafas de realidad virtual crecerán unas diez veces en solo cuatro años, pasando de los 11 millones de unidades en 2021 a 105 millones en 2025.

“A medida que estos dispositivos vayan entrando más y más en las casas y en las empresas, las reuniones laborales en el metaverso se generalizarán más porque realmente aportan un valor diferencial respecto a las reuniones virtuales tradicionales con Zoom o Meet”, explica Luis Villarejo, CEO de Immersium Studio, spin-off de la UOC. “Es como si tuviéramos ADSL y hubiera llegado la fibra. El metaverso es algo similar, una herramienta tecnológica que permite hacer las cosas mejor, de una manera más aproximada a la realidad. Y uno de los casos de uso son las reuniones laborales”, afirma Villarejo, que ya lleva dos años reuniéndose con sus compañeros en el metaverso para tratar temas laborales.

Cómo funciona

El metaverso es un conjunto de experiencias a las que podemos acceder a través de aplicaciones como Horizon Workrooms, creada por Meta, el antiguo Facebook, que permite hacer una inmersión en un entorno virtual en el que vemos a los otros participantes de la reunión. Como explica Lluís Villarejo, si tenemos unas gafas de realidad virtual, podemos crear nuestro propio avatar, personalizarlo y ver al resto de las personas en forma de avatar en un mismo espacio, ya sea una oficina, un lugar al aire libre o el entorno elegido. Nuestro avatar responderá a los movimientos que hagamos y, cuando hablemos, moverá los labios. “No dejas de ver avatares, pero es una experiencia bastante realista. Una de las ventajas que tiene es que puedes moverte por ese espacio virtual, cambiar de posición, situar a la gente desde una perspectiva que te vean todos a ti si lo que vas a hacer es una presentación o sentarte en una mesa redonda si vas a participar en un debate”.

Además, tiene otras funcionalidades. Por ejemplo, permite compartir recursos como una presentación de PowerPoint, fotos, un documento, etc. “Todo eso se visualiza en una gran pantalla dentro de ese espacio virtual para que dé soporte a lo que estás haciendo. Además, tienes una pizarra en la que tanto tú como todos los otros miembros de la reunión podéis dibujar y trabajar conceptos de manera colaborativa”, señala Villarejo

En resumen, facilita que todas las dinámicas que se generan en una reunión de este tipo en realidad virtual se acerquen más a lo que es una reunión física. Y ese es el objetivo de este tipo de software: seguir haciendo lo que hacíamos en una reunión presencial, pero a distancia, siempre que tengamos unas gafas de realidad virtual, que permiten aprovechar al máximo todas las características de la aplicación. Porque, aunque también podemos acceder al metaverso desde un teléfono, un portátil o un ordenador de sobremesa sin necesidad de tener unas gafas de realidad virtual y participar igualmente, en ese caso nuestro avatar no estará representado en la reunión —lo que verán las otras personas es la imagen del vídeo, como si viesen un participante de Zoom— y tampoco podremos acceder a la pizarra virtual.

Ver más: Cryptoeconomy: JPMorgan ve el fin del criptoinvierno

La clave del éxito

Pero ¿cómo cambiará realmente el metaverso nuestra relación con el teletrabajo? En opinión de Manel Fernández Jaria, profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, el metaverso hará más potente la conexión entre el mundo físico y el mundo digital y, desde luego, la experiencia humana de comunicación en este entorno será mayor. Según afirma, “necesitaremos un periodo de adaptación parecido al que hemos necesitado hasta asumir de forma generalizada el mundo digital en nuestro modo de vivir actualmente, pero sin duda ocurrirá”.

Entre sus potencialidades, el experto en bienestar laboral destaca que las empresas podrán acceder a todo el talento que existe, ya que transformar la barrera física facilitará el acceso a ese talento global. “El metaverso puede aprovechar lo mejor del mundo presencial y lo mejor del mundo digital, y eso puede ser una gran oportunidad para las empresas. Sin duda, impulsará las tres P definidas por John Elkington, experto en responsabilidad corporativa y desarrollo sostenible: profitplanet people“, sostiene, y añade que en todos los sectores habrá alguna compañía que provocará la disrupción, por lo que “la innovación real se hace necesaria. Habrá que empezar a pensar en llevar a nuestro avatar al estilista”.

Eso sí, la presencia física en las empresas no desaparecerá. “Los coches de caballos no se dejaron de utilizar porque los caballos se extinguieran, sino porque encontramos formas más eficientes de trasladarnos y trabajar. Posteriormente, les hemos dado un uso diferente. El metaverso en el trabajo propiciará formas más eficientes de operar. La presencia física en las empresas se utilizará de forma diferente a la que ahora tenemos”, señala Manel Fernández Jaria.

Un complemento, no un sustituto

Una de las razones por las que el metaverso no acabará por completo con las reuniones presenciales en el trabajo es que también tiene sus limitaciones. Como explica Pierre Bourdin, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC, en este entorno virtual no dejan de perderse detalles, “incluso en comparación con Zoom, al no ver la cara de los interlocutores. Esta pérdida de contacto real hace que no sea muy recomendable para reuniones críticas o con interlocutores desconocidos, donde la apreciación de la confianza es un factor importante”.

En su opinión, aunque estos sistemas son capaces de capturar y trasmitir muchos de los comportamientos no verbales, como la forma en la que estamos actuando o el lugar donde estamos mirando, todavía se les escapan muchos detalles sobre nuestros interlocutores. “Por ejemplo, si están nerviosos, si están atentos o si están convencidos. Por no hablar de todos los aspectos relacionados con la reunión de forma indirecta, pero que influyen igualmente, como si la persona viene a recibirme y me acompaña hasta la sala de reunión, si me ofrece agua o café o de lo que hablamos en los pasillos o en el ascensor llegando a la sala de reunión”, añade.

Otro de los obstáculos que destaca el profesor Pierre Bourdin es el de garantizar la seguridad del usuario. Por ejemplo, ¿cómo podemos asegurarnos de que un interlocutor es quien dice ser? “Si todos tienen la apariencia de un avatar, no es tan evidente. De la misma forma, la garantía sobre el uso de los datos generados por esas herramientas también puede ser un problema. Lo que graban las cámaras de las gafas, lo que decimos, lo que escribimos en la pizarra o los documentos que intercambiamos, ¿están seguros? ¿Quién tiene acceso a ellos?”, plantea Bourdin.

Por otra parte, el experto en bienestar laboral cree que hay que seguir haciendo esfuerzos para que el teletrabajo no invada el hogar, y debemos aprender a trabajar con el cambio tecnológico. Según Manel Fernández Jaria, aunque afortunadamente el debate sobre la desconexión digital está cada vez más presente, “se necesita una mejor regulación legal y, sobre todo, un cambio organizativo también en el aspecto ético. Proteger nuestro tiempo fuera del trabajo es muy importante para mantener un equilibrio entre productividad y conciliación saludable”.