El metaverso se desinfla…

Por: Enrique Dans

Un interesante artículo en el Financial Times, «Whatever happened to the metaverse?«, refleja la fuerte caída en la relevancia del término «metaverso» desde el momento en que Facebook cambió su nombre a Meta, comenzó a inflar las expectativas en torno al tema, y llegó incluso a pagar un anuncio en el intermedio de la Super Bowl para promocionar la reorientación de su compañía. Recientemente, el interés con respecto al término y a la idea de desarrollar actividades en mundos virtuales inmersivos ha ido cayendo, y cada vez son menos los que, más allá de algunos entornos como la educación, se atreven a pronosticar un futuro en torno a ese tipo de plataformas.

El gráfico de Google Trends que acompaña a este artículo y que recoge el interés generado por el término «metaverso» desde que alcanzó su máximo a mediados de 2021 hasta ahora deja lugar a bastantes pocas dudas: el mundo parece estar perdiendo el interés en eso que algunos pretendían que era «el metaverso», y ahora todo parece girar en torno a otras tecnologías, especialmente alrededor de un machine learning que claramente ha conseguido robarle buena parte del protagonismo. ¿Qué implicaciones tiene esto para una compañía que cambió su nombre para vincularlo, precisamente, con el término «metaverso»?

¿Qué fue lo que pasó? Como bien sabemos, la reorientación de Facebook para pasar a ser Meta y anunciar multibillonarias inversiones en el metaverso estuvo muy lejos de ser una estratégica inspiración visionaria: fue, simplemente, un intento de, tras haber sido la compañía prácticamente expulsada a patadas de la plataforma que suponían las tiendas de aplicaciones, crear una plataforma propia en la que poder poner las reglas. A Facebook (su nombre entonces) no la echaron de las tiendas de aplicaciones, pero sí le cortaron las alas para que no pudiese seguir espiando todo lo que los usuarios de sus apps hacían en sus dispositivos. A partir de ahí, el valor de la compañía cayó de manera brutal hasta llegar a tener la peor pérdida de valor en un día en la historia del mercado bursátil, 232,000 millones de dólares, marcando un valor por debajo del cual sigue aún manteniéndose.

Crear el metaverso representaba una obsesión para Mark Zuckerberg: suponía no solo una evolución para él razonable, la de crear un entorno inmersivo en el que los usuarios podían relacionarse, interactuar y ver publicidad, sino además, la oportunidad de poner en valor la adquisición de Oculus VR en 2014. Rápidamente, puso toda su maquinaria en marcha para tratar de convencer al mundo de que el metaverso era el sitio en el que había que estar, y que para ello, eran necesarias sus gafas, y una cuenta en Horizon Worlds. Muchos picaron, crearon presencia allí, compraron muchos visores… y se encontraron con que todo el hype, en la práctica, se quedaba en nada. Pocos usuarios, escasísima recurrencia, y la sensación constante de que si no era para tus propias actividades auto-contenidas, la cosa tenía entre poco y ningún sentido.

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Ni siquiera los propios empleados de la compañía fueron capaces de encontrarle el punto al tema, y la previsión de usuarios, a finales del año pasado, no alcanzaba ni la mitad de lo esperado. Pero lo peor no era eso, sino la sensación de que el mundo virtual creado con tanta fanfarria no solo no respondía a las expectativas, sino que, además, estaba prácticamente vacío. Las gafas eran algo que si comprabas, terminaban en un cajón por simple falta de cosas que hacer con ellas – ya sin mencionar su incomodidad.

La realidad se abrió paso rápidamente: si la idea del metaverso podía llegar a tener algún sentido, no tenía nada que ver con lo que Meta pretendía vendernos. Si aquello llegaba a convertirse de alguna manera en la evolución de la web, tenía que ser a partir de un conjunto de protocolos abiertos, interoperables, sin términos de servicio y con un desarrollo descentralizado y criptográficamente sólido, no con la oferta cerrada de una compañía que no se diferenciaba prácticamente del Second Life de hace más de una década.

¿Y ahora, qué? Por lo visto, ahora Meta se dedica fundamentalmente a vender «eficiencia»: un recorte brutal de personal, otro aparentemente en ciernes, y la idea prevalente de «hacer más con menos». Un plan que podría ser, como tal, muy saludable, pero que se refiere a hacer… ¿qué, exactamente? Si la compañía se dedicaba a espiar a sus usuarios hasta el límite para poder tener mucha información sobre ellos y venderlos en función de sus características a cualquier anunciante, y ahora ya no es capaz de espiarlos de una manera tan eficiente porque le han estropeado la «máquina de espiar», ¿qué pretende vender ahora exactamente? ¿A qué quiere aplicar esa pretendida eficiencia? ¿Cuál es la propuesta de valor actual de Meta para sus clientes? «Ven a hacer aquí tus campañas publicitarias, porque… ¿qué? ¿Qué tiene Meta hoy, limitada a recopilar lo que sus usuarios hacen dentro de sus apps (alguna de ellas con cada vez menos atractivo), que suponga una ventaja para el anunciante? ¿Cuánto tiempo va a seguir explotando aquello de «tengo un francotirador muy certero», cuando la realidad es que al francotirador se le ha nublado completamente la mirilla?

Para algunos, ahora la dialéctica corresponde a «voy a comprar acciones de Facebook, que están muy bajas», y eso ha logrado que la compañía haya subido algo, hasta el punto de recuperarse de lo que fue su segunda caída, aunque aún por debajo del valor que alcanzo tras la primera. Una subida puramente especulativa, que supone que la compañía va a hacer «algo», nadie sabe exactamente qué, pero que por pura lógica, debería ser algo más que echar gente, anunciar recompras de acciones y reducir costes. Porque reducir costes puede ser interesante, pero cuando vas a plantear algo con ello, ¿no? Y dado que no parece que Apple o Android vayan a permitir que Meta reconstruya su «máquina de espiar», ¿cuál es el interés de las propiedades de Meta para los anunciantes? ¿O acaso sigue espiando a sus usuarios de maneras que aún no conocemos y que alimentarán, cuando se descubran, su próximo escándalo? Quienes siguen anunciándose en Facebook o en Instagram, ¿qué atractivo ven ahora que las segmentaciones que plantea la compañía son muchísimo menos certeras y más decepcionantes? ¿O es que simplemente actúan por inercia y por costumbre?

Ni metaverso, ni segmentaciones increíbles basadas en muchísimas variables. El imperio Meta, simplemente, se parece cada vez menos a aquel que estuvo a punto de alcanzar el billón de dólares de valoración, por mucho que algunos especuladores crean que puede «dar la campanada». Ahora es una compañía con mucho menos talento, muchos menos datos y, consecuentemente, mucho menos atractivo. Pero veremos por dónde salen y con qué.