FMI: La ‘banca en la sombra’ podría ser la próxima crisis
(Financial Times) Si hace unos meses uno se preguntaba de dónde podría surgir la próxima crisis financiera, la mayoría probablemente no habría dicho que de los bancos regionales. Más bien, se podría haber apuntado al sector de la banca en la sombra [shadow banking], que ha crecido espectacularmente desde la crisis financiera mundial de 2008. Sigue estando mucho menos regulado que el sector bancario tradicional.
Cuando se produjo la pandemia, entidades no bancarias como hedge funds y los fondos de inversión abiertos de money market se retiraron de los principales mercados de crédito, obligando a los gobiernos a intervenir para estabilizar la situación. Como dijo la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, en un discurso la semana pasada: “En pocas palabras, la crisis del Covid reafirmó la importancia de las vulnerabilidades estructurales de las entidades no bancarias”.
Yellen señaló una serie de formas en las que los reguladores estadounidenses están intentando controlar mejor el apalancamiento de los hedge funds y abordar los desajustes de liquidez en los fondos de inversión abiertos y los money markets. Estos pueden, cuando están bajo presión, ‘romper el dólar’ [cuando el valor liquidativo de un fondo de money market cae por debajo de u$s 1], dejando a los pequeños inversores con grandes pérdidas.
Es bueno que los responsables políticos se centren en la banca en la sombra, porque yo seguiría apostando que es aquí donde residirá el verdadero riesgo en 2023 y más allá.
Consideremos, por ejemplo, los problemas que se están gestando en los créditos inmobiliarios comerciales y en los fondos inmobiliarios de capital privado. Aquí es donde la banca en la sombra y la pequeña banca se encuentran. Los bancos pequeños poseen el 70% de todos los préstamos inmobiliarios comerciales, cuyo crecimiento se ha más que triplicado desde 2021. Tras la flexibilización de las normas Dodd-Frank para los bancos comunitarios, las instituciones financieras más pequeñas también han invertido más en activos de mayor riesgo propiedad de fondos de capital privado y de cobertura (al igual que otras instituciones que buscan mejores rendimientos, incluidos los fondos de pensiones).
La financiación de los pequeños bancos al sector inmobiliario comercial se está estrechando. Esto, junto con las subas de las tasas de interés, está presionando a la baja los valores de los inmuebles comerciales, que ahora están por debajo de los niveles previos a la pandemia. Esto reducirá los flujos de capital, desbaratará las inversiones y presionará a su vez a los fondos de capital privado con préstamos que están venciendo o que necesitan inyecciones de capital.
Como se indica en una reciente nota de TS Lombard, se espera que el nivel de vencimientos de deuda inmobiliaria en 2023 sea elevado. Esto significa que los gestores de activos pueden verse obligados a acudir a los inversores en busca de más capital (lo que será una dura negociación en estos momentos) o a vender inmuebles de su cartera para cubrir los préstamos.
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A mí esto me da la sensación de ser un bucle catastrofista. Los grandes índices inmobiliarios ya se habían vuelto negativos en 2022. El mes pasado, el grupo inmobiliario canadiense Brookfield dejó de hacer frente a los pagos de u$s 734 millones de deuda de edificios de oficinas de Los Angeles, y existe un elevado interés a corto plazo en fondos de inversión inmobiliaria como Hudson Pacific Properties y Vornado Realty. Es posible que la preocupación por el sector inmobiliario comercial empiece a poner de manifiesto otras vulnerabilidades -o, como mínimo, asimetrías- del sistema financiero y, en particular, de la banca en la sombra.
Pensemos, por ejemplo, en lo ricos que se hicieron los gestores de activos no bancarios, como Blackstone, Apollo, Carlyle y otros, con los inmuebles residenciales y comerciales a raíz de 2008. Esto se debió en parte a que fueron capaces de realizar operaciones que los bancos más regulados no podían. Los actores del capital riesgo también han realizado nuevas inversiones en servicios públicos, tierras de cultivo, transporte y energía (en particular, energías renovables, motivadas por el impulso gubernamental a una transición energética limpia).
No estoy diciendo que estas instituciones estén a punto de quebrar. Todo lo contrario: las principales empresas de capital riesgo están rebosantes de liquidez. Según el proveedor de datos Preqin, los fondos inmobiliarios en general tienen el equivalente a 18 meses de capital en reserva, aunque como señala TS Lombard, esto podría agotarse a medida que caigan los rendimientos. Pero no cabe duda de que la combinación de la caída de los valores, la suba de las tasas y la contracción del crédito significará que probablemente veamos algunos defaults de alto perfil. Y lo que es más importante, creo que estamos a punto de ver cómo se levanta el telón sobre lo que el capital riesgo y el negocio de gestión de activos globales en general han estado haciendo en los últimos años.
Este mes, el economista político Brett Christophers publicará un libro titulado Our Lives in Their Portfolios: Why Asset Managers Own the World [Nuestras vidas en sus portfolios: por qué los gestores de activos son dueños del mundo]. En su opinión, hemos pasado del capitalismo financiarizado a algo más insidioso: una sociedad de gestores de activos en la que los titanes de las finanzas poseen “sistemas y marcos físicos esenciales”: las casas en las que vivimos, los edificios en los que trabajamos, los sistemas de energía que iluminan nuestras ciudades y los hospicios en los que morimos.
Se trata de un proceso que se ha acelerado gracias a los planes de estímulo fiscal posteriores a la crisis de Covid en Estados Unidos y otros países, que han fomentado más asociaciones público-privadas para la construcción de infraestructuras. La Ley de Inversión en Infraestructuras y Empleo de EE.UU., por ejemplo, contaba con menos inversión pública de la inicialmente propuesta, pero introducía una serie de nuevas concesiones para la inversión privada.
La primera cita del libro de Christophers es de Bruce Flatt, director general de Brookfield Asset Management, quien afirma: “Lo que hacemos está entre bastidores. Nadie sabe que estamos ahí”. Pues ya no. El problema del capital riesgo en el sector inmobiliario residencial ha sido bien estudiado. Con la crisis que se avecina en el sector inmobiliario comercial, es probable que veamos mucho más de cerca los imperios de ladrillos y cemento altamente apalancados construidos por los bancos en la sombra, y qué riesgos plantea la privatización de tales activos.