Internet, geopolítica y futuro

Por: Enrrique Dans

En recientes declaraciones de Eric Schmidt, en las que pronosticaba un futuro con una internet dividida en dos redes independientes gestionadas por los Estados Unidos y por China, sobre las que ya escribí en su momento comentando que, en realidad, esa división ya llevaba funcionando bastante tiempo, me ha llamado la atención un interesante artículo en The Guardian, To regulate AI we need new laws, not just a code of ethics, en el que prácticamente da por hecha esa división, pero incorpora a un tercer jugador también con cierto nivel de independencia en funcionamiento, la Unión Europea, y discute las distintas aproximaciones a la regulación de la tecnología en uno y otro escenario.

La pregunta es clara: en el fondo, lo que está determinando esas posibles escisiones o balcanización de la red en el futuro es, aparte de cuestiones idiomáticas, el tipo de regulación que se establece en cada uno de esos escenarios. Visto así, ¿cuáles diríais que son los elementos que caracterizan cada una de esas aproximaciones, y qué es exactamente lo que las convierte en supuestamente incompatibles en el futuro? Pero llevando el tema más allá… ¿en cuál de esos escenarios regulatorios te encuentras, como usuario o ciudadano, más a gusto? ¿Y cuál será, en último término, más eficaz de cara a fomentar un nivel de progreso más elevado?

Intuitivamente, todos asociamos a China con un férreo control gubernamental, con un estado con poder omnímodo capaz de acceder a absolutamente toda la información que sea generada en cualquier transacción de cualquier compañía. En contraposición, identificamos a Europa como el escenario que intenta proteger al ciudadano frente a unas compañías que interpreta como voraces, y con los gobiernos como actores que intentan mediar entre ambas – habitualmente con resultados muy poco equilibrados – con un papel, en la inmensa mayoría de los casos, de cierta restricción de las iniciativas corporativas, en el que cualquier escenario que no esté previsto es sometido lo antes posible a una regulación que, en muchos casos, hay que inventarse. Mientras, los Estados Unidos dan lugar a un entorno en el que, en principio, vale todo aquello que no esté específicamente prohibido, las compañías pueden poner en el mercado la oferta de productos y servicios que estimen oportuna y aprovechar las oportunidades que el mercado pueda plantear, y únicamente se reserva la acción del regulador a los casos en los que se considera que surge algún problema. Por supuesto que es una descripción simplista y muy de trazo grueso, pero que determina entornos completamente distintos: en China, por ejemplo, las compañías extranjeras tienen complicado actuar si no aceptan unas normas que posibilitan un intervencionismo del estado absoluto que puede generar claros casos de indefensión de los usuarios; mientras que en Europa, en cambio, son las compañías las que típicamente se encuentran con restricciones o incluso multas millonarias cuando intentan desarrollar modelos de negocio que en otros escenarios podían llevar a cabo sin problemas.

Si atendemos al tamaño de cada economía, Europa, con cerca de 20 billones de dólares, es algo mayor que los aproximadamente 19 billones de los Estados Unidos y bastante mayor que los teóricos 103,000 millones de China. Sin embargo, ese tamaño no necesariamente refleja las perspectivas de futuro de cada entorno. Con respecto a este potencial, ¿qué implica superponer un entorno de control gubernamental férreo, uno teóricamente garantista con respecto a los derechos de los ciudadanos, y uno extremadamente liberal? Las consecuencias que cada uno tiene con respecto al volumen y relevancia de la innovación parecen claras: Europa genera muchísimos menos modelos punteros y exitosos, y los Estados Unidos y China rivalizan en ese punto, salvo por el hecho de que la gran mayoría de las ideas y proyectos generados en los Estados Unidos tienen desde sus inicios una vocación universal, mientras que los surgidos en China tienden a restringirse a su territorio, crecer fuertemente en él, y no plantearse la ambición internacional hasta mucho más adelante, cuando son ya prácticamente gigantes.

¿Podemos extraer alguna conclusión sobre la futura supremacía de unos u otros modelos? ¿Depende realmente de la experiencia personal de cada uno que apostemos o consideremos más ventajoso uno u otro modelo? ¿Tienden los chinos a preferir el modelo de su país en función de su probada eficiencia, a pesar de la erosión de unos derechos individuales que, realmente, nunca han tenido? ¿Se encuentran los norteamericanos con unas normas en Europa que consideran asfixiantes y limitan acciones que en los Estados Unidos resultan perfectamente planteables? ¿Vemos los europeos a los Estados Unidos – ya ni menciono a China – como un modelo que nos desprotege en exceso, y reclamamos un estado más intervencionista en ese sentido? Francamente, no lo tengo claro. Pero todo indica que aquella teórica internet que no tenía fronteras está empezando a determinar unas separaciones completamente distintas, con unas características intrínsecas que se convierten en específicas y que condicionan la actividad tanto de compañías como de ciudadanos. Disculpando de nuevo lo grueso del trazo… ¿qué perspectivas de evolución futura veis a cada uno de esos modelos?