Las ciudades del futuro a 1.000 metros del suelo

A 1.000 metros del suelo. A esa altura trabajarán y se relacionarán las personas de las ciudades del futuro. Las urbes estarán dominadas por rascacielos mucho más altos y versátiles que los actuales, que gracias a las nuevas tecnologías estarán interconectados entre sí, producirán su propia energía y evitarán los problemas de desplazamiento de las ciudades actuales. En definitiva, estos rascacielos formarán ciudades verticales: complejos urbanos de dimensiones gigantescas en las que la mayoría de las cosas suceden de arriba a abajo.

Este parece el mejor planteamiento urbanístico ante una población que no para de crecer y migrar a un puñado de ciudades cada vez más grandes. Ante este escenario, es necesario reformular el concepto de urbe para lograr metrópolis más eficientes y que aprovechen mejor el espacio. “Se estima que en 2050 habrá unos 15.000 millones de habitantes en el mundo. Esto afectará a la arquitectura, ya que habrá que construir cuatro veces más de lo que está construido”, asegura el doctor arquitecto y fundador de Javier Pioz Arquitectos, Javier Pioz.

En su opinión, “el crecimiento horizontal [basado en vivendas unifamiliares y urbanizaciones de baja densidad] tiene los días contados. No está preparado para el crecimiento masivo de la población y es un modelo muy costoso que consume mucha energía”. La filosofía de las ciudades verticales plantea estructuras urbanas con edificios multifuncionales. En estas urbes verticales se albergarán servicios como viviendas, oficinas, ambulatorios, centros comerciales, jardines y transportes ecológicos, incluyendo ascensores que se mueven de manera vertical y horizontal. Incluso algunos de estos servicios podrían estar suspendidos en el aire.

Entre las iniciativas de ciudades verticales destaca el proyecto de la Torre Biónica, de 1.228 metros de altura, 300 pisos y que tendrá cabida para 100.000 vecinos. En otras palabras, este complejo urbanístico será cuatro veces mayor que la Torre Eiffel. Se planteó para la ciudad de Shanghái (China) hace casi 20 años y “aunque el alcalde mostró su interés, la propuesta quedó aparcada en 2001 tras el atentado de las Torres Gemelas en Nueva York [EE. UU.]. Actualmente, el proyecto está en fase de desarrollo tecnológico”, explica Pioz.

El arquitecto defiende que estas propuestas son cruciales para el desarrollo de países como China e India, que “tienen todo su territorio ocupado con rascacielos convencionales y han de ir un paso más allá”. Así, han ido naciendo proyectos similares al de la Torre Biónica. En China, por ejemplo, también destaca la iniciativa Cloud Citizien, lanzada por Urban Future Organization, CR-Design y Chalmers Technical University. Propone la creación de tres torres multiusos, que medirán 680 metros, 580 metros y 480 metros respectivamente y que estarán conectadas a través de una estructura ajardinada. Mientras, en India el estudio Vincent Callebaut está desarrollando Hyperions, una especie de agroecosistema que tendrá torres de 116 metros de altura y que combinará la naturaleza con la agricultura a pequeña escala.

Crecimiento sostenible

Los rascacielos cada vez más altos no son una simple moda, como sugiere un estudio elaborado por el investigador de la Universidad de Columbia en Nueva York (EE. UU.) Jonathan Auerbach. El trabajo estima que de aquí a 2050 se construirán unos 41.000 rascacielos y serán un 50 % más altos que los actuales. Hoy, el récord en altura lo tiene el Burj Khalifa (Dubái) con 828 metros de altura y, según el investigador estadounidense, la probabilidad de que un nuevo edificio supere esa cifra es casi de un 100 %.  Y según la organización Vertical City,  este auge de la arquitectura vertical demuestra que la creación de ciudades verticales es posible.

Pero no se trata de construir edificios gigantescos simplemente para albergar a más personas. La meta de los nuevos rascacielos y, por tanto, de las ciudades del futuro, es crear entornos más sostenibles.

Esto es algo que ya se puede ver en el proyecto planteado por la compañía estadounidense Arconic, que está diseñando un rascacielos de casi 5.000 metros de altura y que quiere convertirlo en un edificio más versátil y ecológico que los actuales. La fachada irá acompañada de la tecnología EcoClean, que con ayuda de luz y vapor de agua será capaz de absorber las sustancias contaminantes del aire y hacerlas desaparecer. Además, elementos como las ventanas serán retráctiles para que puedan cambiar de función y convertirse en un balcón, de forma que el edificio será responderá a las necesidades de sus inquilinos.

La apuesta por estos rascacielos para Pioz es solo un primer paso, pues considera que las ciudades verticales deben ir más allá. “Uno de los aspectos más importantes es que el edificio produzca el 100 % de la energía y abastezca a la ciudad”, detalla. De hecho, a priori una de las principales dificultades de estas megaestructuras es su gran impacto energético. En estos casos, los ascensores consumen la mayor parte de la energía. Para conseguir espacios sostenibles capaces de producir energía, los proyectos de ciudades verticales están incluyendo soluciones innovadoras basadas en el aprovechamiento de los recursos naturales.

En el caso de Cloud Citizien, el complejo urbanístico está diseñado de tal forma que cosecha agua de lluvia, produce energía procedente del Sol, viento y algas, almacena dióxido de carbono y filtra las partículas del aire. Pioz también comenta la posibilidad de incluir molinos de viento entre los espacios que separan un barrio vertical de otro para generar energía. Otra fórmula para ser sostenibles es canalizar el agua que se acumula en la superficie de los edificios para que se pueda reutilizar de un modo sanitario y, por ejemplo, regar los jardines.

Y es que no sólo los rascacielos son protagonistas de este nuevo concepto de ciudad. Lo verde también cobra una nueva dimensión, ya que se utiliza para conectar las diferentes partes de la urbe e integrar la naturaleza con el día a día de una metrópolis. Por ejemplo, en Tokio (Japón) se está desarrollado la Ciudad del Cielo. En ella se ubicarán parques y jardines entre los diferentes módulos de esta “ciudad” para facilitar el contacto con la naturaleza y ayudar a reducir la contaminación. De esta manera, las ciudades verticales consiguen comportarse como una especie de pulmón verde.

No es oro todo lo vertical

Optimizar el suelo, facilitar el traslado entre las diferentes viviendas al estar en un espacio más concentrado, mejorar el uso de los recursos, reducir la contaminación, contar con infraestructuras más modernas y fomentar la creación de áreas verdes. Esas son, según el estudio Neoarquitectos, las principales ventajas de este tipo de complejos verticales. A pesar de estos beneficios aún quedan muchas dudas por resolver. La principal es si la sociedad estará dispuesta a vivir en vertical. Además, algunos de los detractores de las ciudades verticales comentan la imposibilidad de que un edificio sustituya a una ciudad. Por su parte Pioz reconoce que “el gran reto es que estos complejos gigantescos tengan tono humano. Actualmente, se puede trabajar en un rascacielos, pero vivir es otra cosa”.

También recuerda que hacen falta normativas que permitan la construcción de estas megaestructuras. Uno de los primeros pasos para conseguir el apoyo de las administraciones es establecer soluciones en caso de catástrofe. ¿Cómo se puede intervenir en caso de incendio? ¿Y si hay un terremoto? Por ejemplo, en el caso la Ciudad del Cielo en Tokio, se han diseñado una serie de péndulos enormes que se situarían en el interior de los rascacielos para regular los fuertes vientos que hay en Japón, debido a que se trata de una zona de tifones.

Aunque todos estos proyectos no han pasado de los planos, la realidad es que la población está creciendo y hacen falta soluciones para crear entornos más sanos en los que haya cabida para todo el mundo. Y quién sabe si la solución será apostar por un urbanismo que tiene como meta alcanzar el cielo.