¿Te animás a dirigir tu propia película desde la butaca?

Richard Ramchurn, estudiante de posgrado de la Universidad de Nottingham (Reino Unido) es un artista y director de cine que se ha dedicado a crear películas que el espectador puede controlar con su mente. Para lograrlo, basta con emplear un casco capaz de detectar la actividad eléctrica del cerebro  que cuesta menos de 100 euros.  Al activar este casco de electroencefalograma (EEG), las escenas, la música y la animación cambian en función de la actividad del cerebro a medida que el espectador ve la película.

Ramchurn está terminando su último trabajo. Se trata de una innovadora historia de 27 minutos llamada The Moment, que explora un oscuro futuro en el que las interfaces cerebro-máquina (ICC, por sus siglas en inglés) se han convertido en algo normal. Mientras termina el trabajo de edición, Ramchurn ha empezado a proyectar un tráiler cerca de Nottingham. La proyección está habilitada para un grupo de entre seis y ocho espectadores que pueden sentarse y ver el tráiler al mismo tiempo, aunque solo uno de ellos controla las imágenes que los demás observan. Este mes, lo proyectará en el festival de cine documental de Sheffield (Reino Unido).

Al utilizar el casco NeuroSky MindWave mientras se ve The Moment, el dispositivo analiza el nivel de atención del usuario a través de la actividad eléctrica de su cerebro. Las medidas, que se toman continuamente, son enviadas de forma inalámbrica a una computadora. Allí, un software diseñado por Ramchurn utiliza los datos para modificar la edición de las escenas y el flujo de la música de fondo, entre otras cosas.

Ramchurn cree que permitir que el espectador pueda dirigir la película, ya sea de forma consiente pensando en ello o respondiendo de forma natural a lo que está sucediendo en la pantalla, ofrece una retroalimentación doble. La película cambia en función de cómo se siente el espectador, y también en función de cómo el espectador vive los cambios de la película.

“Casi se convierte en una parte del sistema de su mente”, señala Ramchurn.

Ramchurn, de 39 años, pasó años haciendo cortos, documentales y vídeos musicales en los que experimentaba para buscar nuevas formas de incorporar la tecnología a su trabajo. En 2013, después de probar por primera vez un casco NeuroSky, comenzó a jugar con la idea de una interfaz cerebro-máquina para la película. Finalmente lo utilizó para ayudar a crear su primera película con control mental, The Desadvantages of Time Travel, entre 2014 y 2015.

Esa primera película es más abstracta que The Moment, y alterna entre los sueños y la realidad del personaje principal. El casco monitorizaba el pestañeo del espectador para saber cuándo hacer un corte entre escenas. También analizaba su atención y su nivel de observación (una característica asociada a otro rango de frecuencias de ondas cerebrales que el casco puede registrar y puntuar) para determinar cuándo y cómo cambiar entre la fantasía y la vida real.

Naturalmente perdemos atención en lo que miramos cada seis minutos, momenttos en los cuales el artista utiliza para meter los cortes entre escenas. En cualquier momento dado, la película alterna entre dos de sus tres hilos narrativos, que siguen a tres personajes que interactúan en todo momento.

Dado el número de posibles cambios que la mente puede ejercer sobre la película, Ramchurn calcula que, aproximadamente, hay 101 billones versiones diferentes que el espectador podría ver. Para ofrecer todas estas opciones en una película que solo dura 27 minutos, el director tuvo que generar el triple de imágenes de las que suelen ser necesarias para esta duración, y tuvo que reunir un volumen de audio seis veces mayor de lo normal.

Ramchurn no es el primero que intenta que el público interactúe con las películas, la historia del cine está llena de intentos, desde películas que incluyen la letra de la canción para la audiencia la cante, hasta aplicaciones para smartphones destinadas a ser utilizadas mientras se ve el vídeo.

El profesor asistente de cine y medios de la Universidad de California en Berkeley (EE. UU.) Jacob Gaboury recuerda que en la década de 1990 ya utilizó un joystick en una sala de cine para elegir entre los dos posibles finales de la película. “A menudo, uno se empeña en contar historias de una manera particular en el cine, por lo que podría ser interesante ver cómo evolucionan más allá del punto de vista del director”, señala Gaboury.

Pero como la película de Ramchurn solo puede controlarla una persona, es complicado imaginar cómo el producto podría funcionar en un cine lleno de gente. Ramchurn también ha estado analizando formas de llevar su tecnología a un público más amplio. Por ejemplo, plantea opciones como hacer que tres personas compitan para ser el controlador principal (pestañeando más y obteniendo puntajes de observación más altos), o controlar la película mediante la reacción media generada por el conjunto de los espectadores.

Después de probar unas cuantas opciones, Ramchurn afirma que la de controlar la película de forma cooperativa (uno controla la banda sonora, otro el cambio de escenas, otro la mezcla de elementos…) fue la que mejor funcionó.