Web3: ¿Cómo haremos para que el fin del anonimato sea universal?

Por: Vicent Escorihuela Ferrer, director de Infraestructura IT y Core Banking en Banco Pichincha España

Ahora que estamos asistiendo al nacimiento de la Web3 quizás sea un buen momento para revisar qué hemos hecho mal como sociedad en la Web 2.0 (dicen los que saben mucho que se escriben así cada una de las eras de la web).

Uno de los grandes problemas con los que nos hemos encontrado durante los últimos años es el anonimato con el que cualquier persona puede escribir lo que quiera en Internet con lo que supone de difusión al mundo mundial.

Es cierto que ciertas publicaciones que atentan flagrantemente contra la dignidad de algunas personas (todo dependiendo del lugar del mundo y otros condicionantes) han estado más o menos perseguidas por la justicia pero siempre después de haber creado el daño.  No hemos hecho nada por evitarlo.

En una inmensidad de casos hemos visto como detrás del anonimato de las redes sociales y otro tipo de mecanismos de difusión basados en Internet se ha acosado a personas adultas y principalmente a niños.

También hemos visto como la pornografía infantil campa a sus anchas.  Cómo se difunden noticias falsas sobre enfermedades, vacunas, personas con relevancia pública, etc.

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Y detrás de todo esto hay, en mi opinión, una causa común que es el anonimato.  Lo que siempre hemos conocido como tirar la piedra y esconder la mano pero a escala mundial.

Nunca antes de la aparición de Internet (y concretamente de esa llamada Web 2.0) había ocurrido en la historia de la humanidad que cualquiera de forma anónima pudiera crear tanto daño contra otras personas.

Con todo esto no estoy diciendo que se deba censurar o permitir nada distinto a lo que ahora legalmente existe.  Esa es otra discusión de un calado muy profundo en la que no pretendo entrar en esta reflexión.

Lo que pretendo reflexionar aquí es por qué consideramos normal que con anonimato se difundan imágenes íntimas robadas a personas; se ridiculice a niños por no seguir el estándar (el llamado bullying); se creen noticias falsas sobre enfermedades, medicinas y vacunas (lo estamos viviendo todos en primera persona) haciendo que personas que por desgracia no tienen la formación suficiente se las crean y estén atentando en primera persona contra ellos mismos, sus familiares y conocidos; se difundan noticias falsas que condicionan elecciones y con ello el futuro de los países con intereses bien claramente espúreos; se atente contra la dignidad de personas por rencillas, envidias, celos, intereses económicos; y tantas y tantas barbaridades que estamos viendo a diario.

Y ¿qué podemos hacer para solucionar todo esto?  La solución, para mí, es obvia, no permitir que se pueda publicar nada en Internet de forma anónima.  Qué no es fácil está muy claro pero que es absolutamente necesario también.  Y no solamente me refiero a que nadie pueda darse de alta en redes sociales sin verificar su identidad digital, sino que tampoco se pueda publicar de forma anónima nada que quede visible a todo el mundo.  Y también hablo de webs, blogs, comentarios en artículos de periódicos, comentarios en los muros de las redes sociales y tantos mecanismos que hemos creado durante los últimos años.

Y ¿cómo conseguimos esto?  Ahora mismo tenemos mecanismos más que suficientes para usar las identidades digitales que los estados han creado de forma que nadie pueda darse de alta en, por ejemplo, Facebook sin cumplir con requisitos equivalentes a los que usamos para darnos de alta en un banco, en una compañía eléctrica o en una compañía de telecomunicaciones.

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El reto es grande.  Sí.  Pero en el fondo es simple.  No publicar nada de forma anónima.

Alguien pensará que estoy proponiendo poner puertas al campo.  ¡Nada más lejos!  Se trata de que intentemos que las piedras lleven el nombre de quien las tira.  No evitaremos que se tiren piedras pero haremos que quien la tire se lo piense.

Y ¿cómo haremos que el fin del anonimato sea universal?  En esto ya hay mucha práctica.  La ONU, el G7, la Unión Europea han tomado muchas iniciativas que se han extendido rápidamente.  Solamente hay que empezar y tomar medidas de aislamiento con quien no lo haga para que la reciprocidad sea real y nos permita marcar el rumbo al resto del mundo.

Y ¿qué ocurrirá con el tercer mundo?  Nos sorprenderíamos de la implantación de las tecnologías de la información de muchos de esos países que desde el primer mundo consideramos atrasados.  Esto va de identidad digital, ¿qué país no la necesita? ¿qué país no tiene dinero para su implantación gradual? ¿y si les ayudamos?

Y cuando consigamos esto o al menos estemos en el camino de conseguirlo, hablaremos sobre si es necesario modificar las reglas existentes que velan por la dignidad de las personas y por la no comisión de delitos en el mundo real que tan torpemente se han trasladado al mundo virtual.  Seguro que será necesario adaptarlas pero tal vez sea más fácil de lo que pensamos.